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«Buscamos generosidad, personalidad, sabor y originalidad en los vinos»

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7 rostros y un destino: Haro

Empiezo una serie de entrevistas breves con los protagonistas de la segunda edidión de La Cata del Barrio de la Estación que tuvo lugar en septiembre de 2016 en Haro. Una oportunidad única para entender los vinos de la región norte de la DOCa La Rioja y profundizar en aquello que une y a la vez hace distintos a los vinos de un mismo entorno vitivinícola estrechamente vinculado a la vía del tren. Hablamos con todos ellos de Cataluña, La Rioja, la cultura del vino, el enoturismo, la comunicación, el cambio climático y… ¡sus grandes vinos! La iniciativa ha merecido este año pasado el premio International Wine Challenge a la mejor propuesta enoturística.

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(V) Diego Pinilla, Bodegas Bilbaínas ( grupo Codorníu )

Cuando conversamos con Diego Pinilla en la segunda edición de La Cata del Barrio de la Estación ya es público que deja su responsabilidad enológica en Bilbaínas para liderar el proyecto de las 10 bodegas del grupo Codorníu, en sustitución de Arthur O’Connor. Ambos comparten la charla que mantenemos en la recepción de la bodega de Haro y demuestran no sólo que el relevo es natural sino que comparten ideas y proyectos de presente y futuro.

«Tenemos alrededor  de la bodega un patrimonio impagable. Las mejores fincas de La Rioja Alta, 250 hectáreas. Esta es una casa antigua y como enólogo puedes trabajar en distintos frentes y aspectos. El tiempo pasa despacio en La Rioja», se sincera Diego Pinilla. Reconoce que en los últimos años los vinos han dado un cambio sustancial no sólo en Bilbaínas sino en todo el grupo, fruto del equipo enológico que  lidera cada proyecto. «Llevo 10 años y estoy orgulloso del camino recorrido. Hemos hecho cosas muy originales como el vino blanco de uva tinta, un 100% tempranillo, o el rosado de garnacha… Bilbaínas es un ejemplo del trabajo bien hecho en La Rioja, puede explicar por ejemplo qué es el graciano en su plenitud, con un vino monovarietal en el mercado».

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«Viña Pomal Reserva es el vino más difícil de hacer de los últimos años. El vino no ha cambiado, pero ha cambiado todo. Nos sorprende por su calidad», advertirá. Diego Pinilla es consciente que entre 2002 y 2010 esta referencia ha dado un giro radical, pero lo han conseguido con una evolución constante. «Es un vino con expectativas. Una marca conocida y con una historia vinculada a la de la bodega, por lo que los cambios se deben de dar con mucho cuidado», afirmará. Y añade: «Es un buen clásico, con crianza, 100% tempranillo, el vino refleja el paso por barrica, pero no se recuerda por su exceso».

«Los vinos singulares de Viña Pomal están pensados para públicos nuevos que buscan cosas distintas.  Los vinos más serios expresan la zona, más que el momento de consumo. Hay un nuevo rumbo, siguiendo los estilos bordelés y borgoñés, que es mirar al terruño. Buscamos generosidad, personalidad, sabor y originalidad en los vinos», explica Pinilla. O’Connor asiente. «El terruño es la herramienta para hacer mejores vinos e incorporar los valores que buscamos también».

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«En las empresas grandes como Codorníu Raventós no hay otra que arriesgar y arriesgar constantemente. Tenemos una libertad grandísima en este aspecto. La creencia en el viñedo es fundamental. Los vinos han de marcar lo esencial de cada zona. Es algo que compartimos en el ideario de la empresa familiar», afirma el director enológico del grupo, hasta ahora de Bilbaínas.

«Cataluña es un mercado preferente. Es muy importante, junto con la zona norte de España. La implantación que tenemos es muy importante, y referencias como las de Viña Pomal son muy reconocidas». Ayudará que la división del cava tenga su sede en Sant Sadurní d’Anoia y que ahora haya iniciado una gran revolución y apuesta por la calidad con Ars Collecta.

 

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«Nos sale de una forma natural, lo de colaborar. Llevábamos 150 años sin hacerlo»

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 7 rostros y un destino: Haro

Empiezo una serie de entrevistas breves con los protagonistas de la segunda edidión de La Cata del Barrio de la Estación que tuvo lugar en septiembre de 2016 en Haro. Una oportunidad única para entender los vinos de la región norte de la DOCa La Rioja y profundizar en aquello que une y a la vez hace distintos a los vinos de un mismo entorno vitivinícola estrechamente vinculado a la vía del tren. Hablamos con todos ellos de Cataluña, La Rioja, la cultura del vino, el enoturismo, la comunicación, el cambio climático y… ¡sus grandes vinos! La iniciativa ha merecido este año pasado el premio International Wine Challenge a la mejor propuesta enoturística.

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(IV) David Gómez, enólogo y viticultor, codirector de Bodegas Gómez Cruzado

Debo reconocer que los vinos de Bodegas Gómez Cruzado los descubrí en la segunda edición de La Cata del Barrio de la Estación, en Haro. Y ¡qué descubrimiento! «Un equipo joven que defiende el vino fino de La Rioja» se puede leer en su web, donde se recuerda también que sus orígenes se remontan a 1886. Me parece admirable el trabajo que en poco tiempo han realizado David y Juan Antonio Leza, su socio, también enólogo y viticultor. Empiezan en 2008 como asesores y a partir de 2013 deciden también hacerse cargo de la gestión. «Queremos devolver el esplendor que tuvo la bodega hace 50 o 60 años», cuenta Gómez en el claustro del Hotel Los Agustinos. «Estamos en plena expansión, en la pista de salida. Nuestros vinos tienen un corte clásico pero luego también incorporan algo de nuevo. Tenemos inquietud por crear y queremos desarrollar un proyecto propio. Por lo tanto, el momento actual es de total ebullición».

Con viñedos en La Rioja Alta y Alavesa y «majuelos» de viñedo viejo en las zonas más altas, Gómez Cruzado desarrolla una viticultura  sostenible y razonada. «Poco podemos hacer más que adaptarnos al cambio climático. Las uvas de garnacha de las zonas más frías nos permiten elaborar tintos muy interesantes, pero siempre estamos explorando zonas nuevas para dar frescura al vino», explica David Gómez.

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«El enoturismo es fundamental. Estamos en una zona donde funciona, tenemos un espacio único, el Barrio de la Estación de Haro, porque es  una especie de polígono industrial del siglo XIX», cuenta David a propósito de la segunda edición de una cita enoturística de primer orden. «Hemos recibido a más gente de la esperada; hay grandes expectativas en esta cita». En Gómez Cruzado ya están acostumbrados al enoturismo: «Llevamos tres años con visitas y hemos incrementado en un 10% el número de visitantes».

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«Lo tenemos constantemente en mente, lo de incorporar a nuevos públicos, al vino. De hecho ideamos vinos nuevos justamente para ellos, por ejemplo, el Vendimia Seleccionada, que está pensado para jóvenes que buscan la facilidad en beber, fruta roja, cítricos en el caso de los blancos. Luego tenemos vinos como el Pancrudo que también tiene la misma intención. Es algo que las bodegas podemos crear, pero el hábito de consumir vinos no lo hemos promovido en general y eso ha creado grandes problemas. Es importante defender la mediterraneidad del vino. Creemos que se ha favorecido demasiado a la cerveza». Razón no le falta a David Gómez y cierto es que el perfil de sus vinos sorprende por lo diferentes que son y porque huyen del clasicismo con que se asocia a menudo a La Rioja. Me gustó especialmente la frescura y autenticidad de Montes Obarenes, hasta el punto que en el viaje de vuelta a Barcelona, en tren, compartí una botella con un ingeniero que se interesó por mi viaje a Haro. Me escribió luego un correo que decía así:

I shared the wine you so graciously gave me with some friends in Madrid the same day I flew back home in the USA, two days ago. As agreed, here’s my comment on it: «The wine we tried is the Montes Obarenes from Gómez Cruzado, a Haro-Rioja white. The color is a vibrant golden very pleasant to the eye. By looking at the way the wine hangs from the glass I could tell it is a rather soft and non-dry wine. The surprise was the flavor. My experience with Rioja wines is that they characterize for having accentuated flavor with a lastingly pleasant aftertaste which make them great companions to a good meal. The Montes Obarenes had a surprising soft flavor that reminded me of german wines from the Oppenheimer region but with the difference of having a stronger aftertaste. Such combination makes Montes Obarenes a good wine to enjoy either by itself or together with a meal»
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Para definir el momento actual que vive Bodegas Gómez Cruzado, uno de sus dos pilares cree que el vino que lo define es el Reserva, un monovarietal de tempranillo de viñedos de 30 años y crianza en roble francés y americano al 50%: «Hay cosas más novedosas, pero este vino es la base del proyecto y no queremos perder lo fundamental».
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«Exportamos el 50% de la producción, pero el de ahora es un proceso de expansión. En Cataluña estamos con Cuvée 3000 y muy contentos porque se aprecian mucho nuestros vinos allí», revela con orgullo Gómez. «La cultura del vino es muy diversa en Cataluña y sabemos que los ciudadanos aprecian el vino y consumen también el de otras regiones», matizará después.
«La bodega ha tratado de mantener la línea clásica pero hay, tenemos, libertad de movimiento. Nos gusta combinar la barrica y el hormigón. Este tipo de vinos abre además la brecha para conocer a más vinos». Los dos enólogos que encabezan el proyecto saben que deben arriesgar y su complementariedad ayuda. «No es fácil pero es interesante trabajar con vinos en rama. Como enólogo es muy instructivo, y al ser dos con visiones distintas, la mía y la de Juan Antonio, sumamos», advertirá. La misma colaboración que existe fuera, entre todas las bodegas del Barrio de la Estación: «Nos sale de una forma natural, lo de colaborar. Llevábamos 150 años sin hacerlo y ahora es el momento de resolverlo», cuenta David Gómez.
La sinceridad de David Gómez es apabullante, también referida a su proyecto: «Llevamos tres años, estamos los que queremos estar, vamos a seguir puliendo las cosas, a ampliar y a buscar clientes y a mejorar siempre los vinos».

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«El vino lo debe beber quien lo sabe apreciar y no quien pueda pagarlo»

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7 rostros y un destino: Haro

Empiezo una serie de entrevistas breves con los protagonistas de la segunda edidión de La Cata del Barrio de la Estación que tuvo lugar en septiembre de 2016 en Haro. Una oportunidad única para entender los vinos de la región norte de la DOCa La Rioja y profundizar en aquello que une y a la vez hace distintos a los vinos de un mismo entorno vitivinícola estrechamente vinculado a la vía del tren. Hablamos con todos ellos de Cataluña, La Rioja, la cultura del vino, el enoturismo, la comunicación, el cambio climático y… ¡sus grandes vinos! La iniciativa ha merecido este año pasado el premio International Wine Challenge a la mejor propuesta enoturística.

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(IV) María José López de Heredia (Viña Tondonia)

Conversar con María José López de Heredia, gerente de Viña Tondonia, es mucho más que un lujo. Tuvimos la suerte de compartir conversación Ester Bachs y servidora tras la cena de recepción de la segunda edición de La Cata del Barrio de la Estación, en Haro. Entrevista interrumpida constantemente por todo aquél que la veía y que no quería dejar de saludarla. Un mundo de hombres – me di cuenta de ello entre tantos saludos – que la admiran y la cortejan des del punto de vista enológico. A pesar de ello, la intensidad de la entrevista es total y María José es capaz de hilvanar respuestas con preguntas y viceversa. Parece que tiene todo el tiempo del mundo… Pero no. Es que sabe estar, conversar y profundizar hasta en lo más íntimo. Está dispuesta a comunicar lo que vive y siente. «Los atardeceres en La Rioja tienen mucho de africanos», advertirá. Una luz potente que se adivina también en su rostro, en su mirada… Inquietud, determinación y elegancia.

«Tenemos que contar la historia de 140 años. Ahora estamos en la cuarta generación. Mi padre falleció cuando tenía 86 años… Pero no se irá nunca. Creo que no se van, cuando está la empresa familiar se quedan en ella… los fantasmas», suelta de inicio. Y confiesa: «La tristeza es muy dura, cuesta recuperar la energía, somos 4 hermanos y 3 trabajamos en la bodega. Estamos prácticamente todos involucrados. Y ahora empezamos a estar en paz. Lo espiritual es tan importante como el día a día». Misticismo y magia en sus declaraciones, como cuando uno se adentra en la bodega y el paso del tiempo le acaricia los hombros entre el olor a vino y moho.

Después de crisis, cambios y trabajo duro, Maria José cree que Viña Tondonia está ahora recogiendo sus frutos. «Hacemos lo mismo de siempre. Recuperando la energía que nos ha fallado con la muerte de nuestro padre, pero los vinos son un reflejo nuestro. Ahora estamos en un buen momento. Los clásicos están de moda. Y cuando no lo están, como los blancos de la Rioja o los Gran Reserva en su momento, tenemos que luchar mucho para darlo a conocer», cuenta sin tapujos. «Soy una mujer quijotesca, amante de las causas perdidas. Y ahora me toca luchar por los tintos. Basta que falte algo para que se valore, en el mundo del vino», añadirá. Me sorprende su sinceridad y rotundez. No nos conocemos pero se abre de par en par. Recuerda que en Catalunya el programa televisivo «En clau de vi» con Josep Roca la hizo archiconocida. Tanto es así que en las visitas enoturísticas con las que coincide, los clientes catalanes se lo recuerdan.

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«En nuestro proyecto, ilusión nunca ha faltado. Ha habido mucha gente involucrada empezando por el bisabuelo que nunca vio el proyecto terminado. Mi padre siempre decía: tienes que terminar un proyecto empezado. Y es muy gratificando cuando lo culminas. En 10 años, celebraremos el 150 aniversario. No me gusta envejecer, aunque el aniversario de la bodega me encanta. Vamos a dejar las cosas bien hechas para la quinta generación», cuenta la gerente de Viña Tondonia, sin olvidar nunca los orígenes y las raíces y pensando a la vez en que quizás sus sobrinos podrán o querrán hacerse cargo del proyecto enológico en el futuro.

A lo largo de 140 años, las generaciones de los López de Heredia se han consagrado al propósito de conseguir unos vinos excepcionales, obras maestras de artesanía y refinamiento, susceptibles de emular a los más famosos del mundo; un anhelo que el fundador de la bodega, don Rafael López de Heredia y Landeta, definió, en el siglo XIX, como el «Rioja Supremo».

 

«Tengo claro que sólo se puede aprender de los mayores«, cuenta María José López de Heredia. «Hecho de menos mis viñas, las necesito físicamente. Estar en La Rioja, en el campo. Es donde recuperas la energía y puedes tomar decisiones. Leo ensayos, literatura buena, los clásicos, Catón, los romanos… Por defecto y por necesidad también». Detalla sus aficiones culturales, las que la nutren, además del vino. «Mi ioga es la lectura. Lo mejor es no hacer nada por necesidad. Leí hace poco a Saramago. Leer no es un paso ligero, es un trabajo. Me sirve para tomar decisiones…». Lo de la literatura para aprender, reflexionar y decidir me parece tan necesario en los tiempos que corren, pero hay más: «El próximo reto es tener un edificio para el archivo documental. Y estoy leyendo cartas de pedidos a Filipinas, de falsificaciones de vinos, leo a mi bisabuelo y a mi padre… Estoy documentando también el espíritu». El archivo es una disciplina para los López de Heredia: «Antes trabajaban muy bien. Me enriquece leerlo, es la mejor educación recibida», sentenciará María José.

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«La Rioja vive un momento dorado desde que me incorporé a la bodega. Pero hay mucho trabajo de fondo, como dije antes. Mi padre siempre nos recordaba No te preocupes de vender sino de cobrar«.

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«Hoy se bebe diferente. El vino es cultura. Está, existe… Y sin descanso debemos darlo a conocer. Pero los jóvenes consumen diferente. Hay que enseñar a beber vino. Y a disfrutarlo».

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«Antes se bebía más tinto porque el agua estaba en mal estado, no era siempre potable. El vino es un vaso dilatador. En España el consumo es bajo, en Burdeos sin embargo está de moda y en Haro es un pueblo donde se bebe, y bien. Pero es cierto que no conseguimos el objetivo. El vino lo debe beber quien lo sabe apreciar, no quien pueda pagarlo«, advertirá y con toda razón María José López de Heredia. Añade a continuación que «quien quiera beber buen vino tiene que luchar para permitirse el lujo».

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«Hay que trabajar para que se considere alimento. El vino tiene vitaminas, minerales. Debemos beberlo poco y cada día. Un consumo moderado es bueno, como buen alimento que es. En mi niñez, en mi casa, tomar Tondonia era estar en casa. Y ahora buscamos lo mismo», comenta la también directora general. Un perfil que sea honesto con el terruño, las variedades y la ética y responsabilidad que les dejaron padre, abuelo y bisabuelo.

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«En Cataluña tenemos el 50% de nuestras ventas. Es un mercado importante, el catalán, y fino. Igual que la zona norte de España. También son importantes aunque no en volumen los gallegos, cántabros, guipuzcoanos y riojanos que de forma natural han consumido nuestros vinos», matizará para hablar de mercados. Los conoce puesto que su cargo de directora comercial le hace viajar, conocer y contrastar.

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«Nuestra familia ha sido siempre austera por convicción. No podemos vivir de otra manera»

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Le preguntamos por un vino que pueda simbolizar el momento por el que pasa la bodega familiar López de Heredia y siente que todos. «Quizás sería un tinto. Es el que regalo. Es único. Mi bisabuelo quería hacer de él el Rioja Supremo. Hace 140 años la aristocracia bebía vino francés, era símbolo de alta calidad y elegancia. Los que tenían contactos diplomáticos e idiomas podían acceder a ellos. Era un vino especial el que creamos. Mi abuelo celebraba cualquier cosa con un Tondonia. Creo que cuando lo tenemos disponible – el vino también – no le damos valor; cuando no está, entonces sí».

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«Me hubiera gustado vivir en la finca que da origen al  Tondonia Reserva. Mi padre se hacía llamar viñólogo. En las generaciones de después todos hemos cursado enología y otros estudios superiores, yo por ejemplo, derecho . Tondonia era también su finca favorita. Es elegancia y finura. Los grandes reservas demuestran la filosofía de la empresa. Mi bisabuelo ya quería que el Tondonia reserva envejeciera muchos años. Y de aquí que fuera y sea un vino especial. Andamos ahora por la añada 2004 en el mercado, 12 años de evejecimiento…»

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La conversación podría alargarse  in eternum porque María José lo pone fácil además de interesante. Pero no hay tiempo para más. «La Rioja tiene unos atarcederes mágicos… Soy de disfrutar y no de grabar. Tenemos atardeceres africanos y cielos épicos», suspirará.

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«El vino es rico en matices pero debemos hacer que el lenguaje sea asequible»

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7 rostros y un destino: Haro

Empiezo una serie de entrevistas breves con los protagonistas de la segunda edidión de La Cata del Barrio de la Estación que tuvo lugar en septiembre de 2016 en Haro. Una oportunidad única para entender los vinos de la región norte de la DOCa La Rioja y profundizar en aquello que une y a la vez hace distintos a los vinos de un mismo entorno vitivinícola estrechamente vinculado a la vía del tren. Hablamos con todos ellos de Cataluña, La Rioja, la cultura del vino, el enoturismo, la comunicación, el cambio climático y… ¡sus grandes vinos! La iniciativa ha merecido este año pasado el premio International Wine Challenge a la mejor propuesta enoturística.

 

(II) Eduardo Muga. Bodegas MUGA

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«En Haro estamos desarrollando viticultura de quinta generación. En Muga la historia comienza con nuestro abuelo en 1932. En nuestra trayectoria y misión está la calidad multiplicada por tres. La obsesión ha sido invertir en el viñedo en los últimos 20 años», cuenta Eduardo Muga, responsable financiero de la bodega. «Mi padre y mi tío se dedicaron a trabajar el mercado nacional y con la tercera generación hemos apostado por nuevos métodos en el viñedo y la bodega, y por la exportación». La conversación transcurre en la sala de crianza de Muga, silenciosa, durante la jornada de profesionales de La Cata del Barrio de la Estación. El día después, volveré al mismo espacio, y el recogimiento es algarabía. El enoturismo llena de curiosos, aficionados y nuevos profesionales un espacio con encanto, todos ansían catar los vinos de Muga.

«No hemos querido nunca ser inmovilistas  a pesar que nuestro método es tradicional en la elaboración. La máxima es mantener y mejorar. Todo en madera siempre, aunque no nos hemos cerrado a probar cosas nuevas porque el espíritu de innovación va con nosotros», advierte uno de los hermanos Muga. «Tenemos una tonelería propia y somos de los pocos en el país en conservar el oficio. Además tenemos cubero y tonelero. Jesús lleva con nosotros más de 30 años y para nosotros es un activo importante que además crea escuela con un equipo de cuatro profesionales».  Ahora que los vinos se buscan desnudos, sin la contundencia del roble que en otros tiempos la crítica adulaba, los Muga saben como trabajarlo: «Tener tonelero nos permite también seleccionar la madera. Viajar a los bosques, lo hacen mis primos, y aquí realizamos los secados, el tostado… Tener el manejo del roble es una gran herramienta para que te sirva y le saques al vino lo que quieras», reconoce Eduardo. «Nuestro vino no está marcado, buscamos siempre la finura y en el proceso trabajamos con métodos más costosos pero menos agresivos».

«Tradición y modernidad nos definen bien. Hay un estilo clásico en Prado Enea, es un vino sabio e interesante, fruto de los mejores viñedos… En el Selección Especial hay un corte más moderno. Al final lo importante es que son vinos con seña y alma de La Rioja pero con cuatro estilos distintos. Somos 4 hermanos distintos también, pero con una visión en común que es la calidad cristalina».

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«Nuestro objetivo es ser presentes en los mejores sitos. Ahora estamos en 70 mercados distintos, siendo EEUU el principal mercado de la exportación. Pero el mercado nacional es donde se queda la mitad de la producción. Por esto un evento como La Cata del Barrio de la Estación nos interesa especialmente. Vendemos calidad, fruta, vinos para beber y tenemos ganas siempre de comunicar lo que hay detrás, el paisaje, los viñedos que trabajó el abuelo… El enoturismo es un elemento de comunicación total. Un lazo de unión con amigos con el vino«. Eduardo Muga es un conversador nato. A pesar de su agenda apretada de entrevistas, se muestra paciente y relajado. Sujeta la copa de vino en una de sus manos y gesticula ligeramente con la otra.

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«Para combatir el cambio climático  en Muga tenemos viñedos en altitud y en zonas frescas. Es algo que ya hemos constatado. La altura es una garantía y de cara al futuro  aún lo será más. Habrá que contar con  zonas distintas para nuevas viñas», avanza recordando que su tío les recordaba a menudo que las vendimias de hace 40 años eran mucho más tardías.

Por otra parte, Bodegas Muga ha incorporado la sostenibilidad en su estrategia empresarial; una realidad que está en la agenda global y que la familia trata de  «optimizar con cada tratamiento». La bodega es consciente del reto que tiene el planeta por delante.

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«Desde siempre tengo el recuerdo de mi tío y mi padre de abrir las puertas de la bodega. Hace ya 30 años no era tan natural, pero siempre hemos estado orgullosos de lo que somos y de lo que tenemos. La mejor manera de dar a conocer es que vengan aquí. Yo estoy constantemente en el extranjero e, independientemente del sol, les invito a todos a conocer los vinos e invertir en medios para que conozcan los procesos, para que estemos en contacto en nuestra tierra, para abrirles botellas al lado del viñedo. Hay que ser cercano y didáctico», cuenta Eduardo Muga, consciente de que el trabajo enológico debe comunicarse más y mejor, y ahora también con un pié en las redes sociales.

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Ganarse a los jóvenes para Muga es también un reto. «Hacerlo fácil y atractivo es la clave. El vino es rico en matices pero debemos hacer que el lenguaje sea asequible. Acercarnos a nuevos públicos de manera divertida. Formamos parte con distintas bodegas de la Fundación para la cultura del vino y este es un lazo de unión con la sociedad que vamos a cuidar mucho. Eduardo Muga, por sus responsabilidades y por haber vivido en el extranjero, conoce muy mucho como se relacionan fuera con el vino. Reconoce que «en otros países como EEUU y Asia, los jóvenes consideran el vino como algo interesante y esto es lo que nos falta aquí. Los asiáticos que no tienen cultura del vino están ahora muy interesados por ello y para nosotros es muy estimulante verlo».

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Madrid y Barcelona son dos mercados naturales para Bodegas Muga. «Desde siempre hemos tenido clientes que buscan la calidad de los vinos y las cosas buenas. Y tenemos un mercado importante en las dos capitales porque hay en ambas una elevada cultura del vino «, reconoce Eduardo. En Muga reconocen que son de la cultura del ensamblaje, a la búsqueda siempre de vinos con estructura y acidez. «Las buscamos expresamente», añadirá. Y cierto es que «la concentración tánica es única, pero siempre con finura».

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Más sobre Muga

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