2017 enero

«El vino lo debe beber quien lo sabe apreciar y no quien pueda pagarlo»

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7 rostros y un destino: Haro

Empiezo una serie de entrevistas breves con los protagonistas de la segunda edidión de La Cata del Barrio de la Estación que tuvo lugar en septiembre de 2016 en Haro. Una oportunidad única para entender los vinos de la región norte de la DOCa La Rioja y profundizar en aquello que une y a la vez hace distintos a los vinos de un mismo entorno vitivinícola estrechamente vinculado a la vía del tren. Hablamos con todos ellos de Cataluña, La Rioja, la cultura del vino, el enoturismo, la comunicación, el cambio climático y… ¡sus grandes vinos! La iniciativa ha merecido este año pasado el premio International Wine Challenge a la mejor propuesta enoturística.

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(IV) María José López de Heredia (Viña Tondonia)

Conversar con María José López de Heredia, gerente de Viña Tondonia, es mucho más que un lujo. Tuvimos la suerte de compartir conversación Ester Bachs y servidora tras la cena de recepción de la segunda edición de La Cata del Barrio de la Estación, en Haro. Entrevista interrumpida constantemente por todo aquél que la veía y que no quería dejar de saludarla. Un mundo de hombres – me di cuenta de ello entre tantos saludos – que la admiran y la cortejan des del punto de vista enológico. A pesar de ello, la intensidad de la entrevista es total y María José es capaz de hilvanar respuestas con preguntas y viceversa. Parece que tiene todo el tiempo del mundo… Pero no. Es que sabe estar, conversar y profundizar hasta en lo más íntimo. Está dispuesta a comunicar lo que vive y siente. «Los atardeceres en La Rioja tienen mucho de africanos», advertirá. Una luz potente que se adivina también en su rostro, en su mirada… Inquietud, determinación y elegancia.

«Tenemos que contar la historia de 140 años. Ahora estamos en la cuarta generación. Mi padre falleció cuando tenía 86 años… Pero no se irá nunca. Creo que no se van, cuando está la empresa familiar se quedan en ella… los fantasmas», suelta de inicio. Y confiesa: «La tristeza es muy dura, cuesta recuperar la energía, somos 4 hermanos y 3 trabajamos en la bodega. Estamos prácticamente todos involucrados. Y ahora empezamos a estar en paz. Lo espiritual es tan importante como el día a día». Misticismo y magia en sus declaraciones, como cuando uno se adentra en la bodega y el paso del tiempo le acaricia los hombros entre el olor a vino y moho.

Después de crisis, cambios y trabajo duro, Maria José cree que Viña Tondonia está ahora recogiendo sus frutos. «Hacemos lo mismo de siempre. Recuperando la energía que nos ha fallado con la muerte de nuestro padre, pero los vinos son un reflejo nuestro. Ahora estamos en un buen momento. Los clásicos están de moda. Y cuando no lo están, como los blancos de la Rioja o los Gran Reserva en su momento, tenemos que luchar mucho para darlo a conocer», cuenta sin tapujos. «Soy una mujer quijotesca, amante de las causas perdidas. Y ahora me toca luchar por los tintos. Basta que falte algo para que se valore, en el mundo del vino», añadirá. Me sorprende su sinceridad y rotundez. No nos conocemos pero se abre de par en par. Recuerda que en Catalunya el programa televisivo «En clau de vi» con Josep Roca la hizo archiconocida. Tanto es así que en las visitas enoturísticas con las que coincide, los clientes catalanes se lo recuerdan.

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«En nuestro proyecto, ilusión nunca ha faltado. Ha habido mucha gente involucrada empezando por el bisabuelo que nunca vio el proyecto terminado. Mi padre siempre decía: tienes que terminar un proyecto empezado. Y es muy gratificando cuando lo culminas. En 10 años, celebraremos el 150 aniversario. No me gusta envejecer, aunque el aniversario de la bodega me encanta. Vamos a dejar las cosas bien hechas para la quinta generación», cuenta la gerente de Viña Tondonia, sin olvidar nunca los orígenes y las raíces y pensando a la vez en que quizás sus sobrinos podrán o querrán hacerse cargo del proyecto enológico en el futuro.

A lo largo de 140 años, las generaciones de los López de Heredia se han consagrado al propósito de conseguir unos vinos excepcionales, obras maestras de artesanía y refinamiento, susceptibles de emular a los más famosos del mundo; un anhelo que el fundador de la bodega, don Rafael López de Heredia y Landeta, definió, en el siglo XIX, como el «Rioja Supremo».

 

«Tengo claro que sólo se puede aprender de los mayores«, cuenta María José López de Heredia. «Hecho de menos mis viñas, las necesito físicamente. Estar en La Rioja, en el campo. Es donde recuperas la energía y puedes tomar decisiones. Leo ensayos, literatura buena, los clásicos, Catón, los romanos… Por defecto y por necesidad también». Detalla sus aficiones culturales, las que la nutren, además del vino. «Mi ioga es la lectura. Lo mejor es no hacer nada por necesidad. Leí hace poco a Saramago. Leer no es un paso ligero, es un trabajo. Me sirve para tomar decisiones…». Lo de la literatura para aprender, reflexionar y decidir me parece tan necesario en los tiempos que corren, pero hay más: «El próximo reto es tener un edificio para el archivo documental. Y estoy leyendo cartas de pedidos a Filipinas, de falsificaciones de vinos, leo a mi bisabuelo y a mi padre… Estoy documentando también el espíritu». El archivo es una disciplina para los López de Heredia: «Antes trabajaban muy bien. Me enriquece leerlo, es la mejor educación recibida», sentenciará María José.

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«La Rioja vive un momento dorado desde que me incorporé a la bodega. Pero hay mucho trabajo de fondo, como dije antes. Mi padre siempre nos recordaba No te preocupes de vender sino de cobrar«.

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«Hoy se bebe diferente. El vino es cultura. Está, existe… Y sin descanso debemos darlo a conocer. Pero los jóvenes consumen diferente. Hay que enseñar a beber vino. Y a disfrutarlo».

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«Antes se bebía más tinto porque el agua estaba en mal estado, no era siempre potable. El vino es un vaso dilatador. En España el consumo es bajo, en Burdeos sin embargo está de moda y en Haro es un pueblo donde se bebe, y bien. Pero es cierto que no conseguimos el objetivo. El vino lo debe beber quien lo sabe apreciar, no quien pueda pagarlo«, advertirá y con toda razón María José López de Heredia. Añade a continuación que «quien quiera beber buen vino tiene que luchar para permitirse el lujo».

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«Hay que trabajar para que se considere alimento. El vino tiene vitaminas, minerales. Debemos beberlo poco y cada día. Un consumo moderado es bueno, como buen alimento que es. En mi niñez, en mi casa, tomar Tondonia era estar en casa. Y ahora buscamos lo mismo», comenta la también directora general. Un perfil que sea honesto con el terruño, las variedades y la ética y responsabilidad que les dejaron padre, abuelo y bisabuelo.

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«En Cataluña tenemos el 50% de nuestras ventas. Es un mercado importante, el catalán, y fino. Igual que la zona norte de España. También son importantes aunque no en volumen los gallegos, cántabros, guipuzcoanos y riojanos que de forma natural han consumido nuestros vinos», matizará para hablar de mercados. Los conoce puesto que su cargo de directora comercial le hace viajar, conocer y contrastar.

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«Nuestra familia ha sido siempre austera por convicción. No podemos vivir de otra manera»

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Le preguntamos por un vino que pueda simbolizar el momento por el que pasa la bodega familiar López de Heredia y siente que todos. «Quizás sería un tinto. Es el que regalo. Es único. Mi bisabuelo quería hacer de él el Rioja Supremo. Hace 140 años la aristocracia bebía vino francés, era símbolo de alta calidad y elegancia. Los que tenían contactos diplomáticos e idiomas podían acceder a ellos. Era un vino especial el que creamos. Mi abuelo celebraba cualquier cosa con un Tondonia. Creo que cuando lo tenemos disponible – el vino también – no le damos valor; cuando no está, entonces sí».

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«Me hubiera gustado vivir en la finca que da origen al  Tondonia Reserva. Mi padre se hacía llamar viñólogo. En las generaciones de después todos hemos cursado enología y otros estudios superiores, yo por ejemplo, derecho . Tondonia era también su finca favorita. Es elegancia y finura. Los grandes reservas demuestran la filosofía de la empresa. Mi bisabuelo ya quería que el Tondonia reserva envejeciera muchos años. Y de aquí que fuera y sea un vino especial. Andamos ahora por la añada 2004 en el mercado, 12 años de evejecimiento…»

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La conversación podría alargarse  in eternum porque María José lo pone fácil además de interesante. Pero no hay tiempo para más. «La Rioja tiene unos atarcederes mágicos… Soy de disfrutar y no de grabar. Tenemos atardeceres africanos y cielos épicos», suspirará.

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«El buen vino es el que te hace beber»

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7 rostros y un destino: Haro

Empiezo una serie de entrevistas breves con los protagonistas de la segunda edidión de La Cata del Barrio de la Estación que tuvo lugar en septiembre de 2016 en Haro. Una oportunidad única para entender los vinos de la región norte de la DOCa La Rioja y profundizar en aquello que une y a la vez hace distintos a los vinos de un mismo entorno vitivinícola estrechamente vinculado a la vía del tren. Hablamos con todos ellos de Cataluña, La Rioja, la cultura del vino, el enoturismo, la comunicación, el cambio climático y… ¡sus grandes vinos! La iniciativa ha merecido este año pasado el premio International Wine Challenge a la mejor propuesta enoturística.

(III) Guillermo de Aranzábal (La Rioja Alta, S.A.)

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Tengo debilidad por el vino y su vínculo cada vez más estrecho y sincero con la solidaridad. No he conocido hasta hoy su iniciativa – Viña Ardanza Solidario – pero me parece admirable y empiezo refiriéndome a ella porque debería de ser una práctica más común en el sector. También desde el vino podemos contribuir en hacer un mundo mejor. La Rioja Alta destinará un uno por ciento de los beneficios de la bodega a proyectos sociales de cooperación internacional. Cuando vi publicada la noticia contacté rápidamente con la ONG Yamuna. Estuve este verano con ellos en Madagascar y me impresionó el trabajo ingente que realizan con mujeres – enseñándoles a cultivar la tierra y a desarrollar proyectos de artesanía- y con los niños – asegurando su alimentación diaria y la educación. Me confirmaron que presentarán candidatura y me encantaría que pudieran obtener una parte de la ayuda de La Rioja Alta para financiar su trabajo en Vontovorona, que es mucho y hay que hacer aún más visible.

La Rioja Alta celebra este 2017 el 75 aniversario de Viña Ardanza, un tinto emblemático, coupage de tempranillo y garnacha, que estrenará botella conmemorativa en breve. La bodega, ubicada  en el Barrio de la Estación de Haro, es una referencia internacional y su apuesta por el mercado exterior es fuerte: «Hemos pasado del 22% al 65%», cuenta su presidente, Guillermo de Aranzábal. Nos reunimos en una sala de la recepción de la bodega donde se respira silencio y paz. Fuera, el ir y venir de turistas del vino inunda, a pesar de la lluvia intermitente, los aledaños de la bodega. Hay programadas actividades enoturísticas como la trasiega artesanal a la luz de la vela. El grupo cuenta con 4 bodegas, dos de ellas en la Rioja, una tercera en Ribera del Duero y una cuarta en Galicia. «El 100% del viñedo es propio en todas ellas», advierte el presidente.

«El reto es ir consolidando y mejorando la calidad de los vinos pero también su imagen. Estamos muy ilusionados y tenemos mucha actividad interna», cuenta con satisfacción Guillermo de Aranzábal. «Estamos presentes en Estados Unidos, Méjico, Alemania, China, Suiza, Puerto Rico…  y luego tenemos un mercado muy consolidado también en Cataluña, en Madrid, en Bilbao… Cataluña, además, siempre ha sido muy riojana, porque agrada el estilo amable y elegante de los vinos que elaboramos».

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«Nuestros vinos son clásicos de vanguardia, modernos. El clasicismo de los vinos de la Rioja hay que ir actualizándolo. Buscamos más frescura, más fruta, vinos igual de complejos pero más redondos y aterciopelados. El Gran Reserva 904, por ejemplo, es un vino que crece con el tiempo. Es fresco y va a envejecer igual», recuerda De Aranzábal. Y no le faltan razones porque es uno de los vinos que más me emocionó durante La Cata del Barrio de la Estación. Finura, delicadez y calidez. Y en formato magnum, la expresión era aún más sublime. «El buen vino es el que te hace beber», concluye. Y lo aplaudo. También contará De Aranzábal después que el futuro pasa por «la originalidad, por ser muy honestos, absolutamente honestos con la enología». Más voces así, sí. Hay que poner en valor también el trabajo enológico, en la bodega, a pesar que el discurso imperante reza que el vino se hace en el viñedo.

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Sobre cambio climático, el presidente de La Rioja Alta cita las evidencias que constatan año tras año en el viñedo: «En medio del debate de si es tendencia o ciclo, lo cierto es que tenemos más grado alcohólico y lo que pretendemos es buscar el equilibrio para todos nuestros vinos. En Rioja tenemos viñedos en altura y plantamos cada vez a más altitud».

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«La comunicación es estratégica en nuestro grupo. No sólo en La Rioja, sino que hemos apostado por la comunicación en el exterior con oficinas en Europa y en Shangai para estar en contacto continuo con el cliente final», se enorgullece De Aranzábal. Y en relación a los nuevos públicos, a los que pretende el mundo del vino, será claro al decir que «hay que acercar la cultura del vino y descubrir a los jóvenes vinos  que estén en sintonía con su bolsillo. Dudo mucho que un joven se gaste 20-25 euros o más en un vino como algunos de los que tenemos en el Barrio de la Estación de Haro. Observamos con envidia sana como en Londres y en Nueva York los jóvenes aparcan la cerveza y se van al vino. Desde la Fundación para la Cultura del Vino, de la que La Rioja Alta S.A. es miembro, trabajamos en esta dirección. También creamos un club de cosecheros y diseñamos no sólo actividades para los miembros más adultos sino también para sus hijos, que serán los que formaran parte de la entidad del futuro, o eso esperamos».

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El enoturismo también es clave para La Rioja Alta. La apuesta por la cita enoturística, de hecho, nace de una conversación que propone esta bodega. «La Cata del Barrio de la Estación sirve para dar calidad al lugar que nos ha visto nacer y para contagiar al consumidor la personalidad de cada uno de nuestros vinos. A pesar de las diferencias entre las bodegas, buscamos que haya una sintonía, un posicionamiento conjunto», cuenta Guillermo de Aranzábal. El mensaje, cuanto más compartido, siempre llega mejor y más lejos. Lección aprendida.

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«El vino es rico en matices pero debemos hacer que el lenguaje sea asequible»

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7 rostros y un destino: Haro

Empiezo una serie de entrevistas breves con los protagonistas de la segunda edidión de La Cata del Barrio de la Estación que tuvo lugar en septiembre de 2016 en Haro. Una oportunidad única para entender los vinos de la región norte de la DOCa La Rioja y profundizar en aquello que une y a la vez hace distintos a los vinos de un mismo entorno vitivinícola estrechamente vinculado a la vía del tren. Hablamos con todos ellos de Cataluña, La Rioja, la cultura del vino, el enoturismo, la comunicación, el cambio climático y… ¡sus grandes vinos! La iniciativa ha merecido este año pasado el premio International Wine Challenge a la mejor propuesta enoturística.

 

(II) Eduardo Muga. Bodegas MUGA

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«En Haro estamos desarrollando viticultura de quinta generación. En Muga la historia comienza con nuestro abuelo en 1932. En nuestra trayectoria y misión está la calidad multiplicada por tres. La obsesión ha sido invertir en el viñedo en los últimos 20 años», cuenta Eduardo Muga, responsable financiero de la bodega. «Mi padre y mi tío se dedicaron a trabajar el mercado nacional y con la tercera generación hemos apostado por nuevos métodos en el viñedo y la bodega, y por la exportación». La conversación transcurre en la sala de crianza de Muga, silenciosa, durante la jornada de profesionales de La Cata del Barrio de la Estación. El día después, volveré al mismo espacio, y el recogimiento es algarabía. El enoturismo llena de curiosos, aficionados y nuevos profesionales un espacio con encanto, todos ansían catar los vinos de Muga.

«No hemos querido nunca ser inmovilistas  a pesar que nuestro método es tradicional en la elaboración. La máxima es mantener y mejorar. Todo en madera siempre, aunque no nos hemos cerrado a probar cosas nuevas porque el espíritu de innovación va con nosotros», advierte uno de los hermanos Muga. «Tenemos una tonelería propia y somos de los pocos en el país en conservar el oficio. Además tenemos cubero y tonelero. Jesús lleva con nosotros más de 30 años y para nosotros es un activo importante que además crea escuela con un equipo de cuatro profesionales».  Ahora que los vinos se buscan desnudos, sin la contundencia del roble que en otros tiempos la crítica adulaba, los Muga saben como trabajarlo: «Tener tonelero nos permite también seleccionar la madera. Viajar a los bosques, lo hacen mis primos, y aquí realizamos los secados, el tostado… Tener el manejo del roble es una gran herramienta para que te sirva y le saques al vino lo que quieras», reconoce Eduardo. «Nuestro vino no está marcado, buscamos siempre la finura y en el proceso trabajamos con métodos más costosos pero menos agresivos».

«Tradición y modernidad nos definen bien. Hay un estilo clásico en Prado Enea, es un vino sabio e interesante, fruto de los mejores viñedos… En el Selección Especial hay un corte más moderno. Al final lo importante es que son vinos con seña y alma de La Rioja pero con cuatro estilos distintos. Somos 4 hermanos distintos también, pero con una visión en común que es la calidad cristalina».

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«Nuestro objetivo es ser presentes en los mejores sitos. Ahora estamos en 70 mercados distintos, siendo EEUU el principal mercado de la exportación. Pero el mercado nacional es donde se queda la mitad de la producción. Por esto un evento como La Cata del Barrio de la Estación nos interesa especialmente. Vendemos calidad, fruta, vinos para beber y tenemos ganas siempre de comunicar lo que hay detrás, el paisaje, los viñedos que trabajó el abuelo… El enoturismo es un elemento de comunicación total. Un lazo de unión con amigos con el vino«. Eduardo Muga es un conversador nato. A pesar de su agenda apretada de entrevistas, se muestra paciente y relajado. Sujeta la copa de vino en una de sus manos y gesticula ligeramente con la otra.

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«Para combatir el cambio climático  en Muga tenemos viñedos en altitud y en zonas frescas. Es algo que ya hemos constatado. La altura es una garantía y de cara al futuro  aún lo será más. Habrá que contar con  zonas distintas para nuevas viñas», avanza recordando que su tío les recordaba a menudo que las vendimias de hace 40 años eran mucho más tardías.

Por otra parte, Bodegas Muga ha incorporado la sostenibilidad en su estrategia empresarial; una realidad que está en la agenda global y que la familia trata de  «optimizar con cada tratamiento». La bodega es consciente del reto que tiene el planeta por delante.

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«Desde siempre tengo el recuerdo de mi tío y mi padre de abrir las puertas de la bodega. Hace ya 30 años no era tan natural, pero siempre hemos estado orgullosos de lo que somos y de lo que tenemos. La mejor manera de dar a conocer es que vengan aquí. Yo estoy constantemente en el extranjero e, independientemente del sol, les invito a todos a conocer los vinos e invertir en medios para que conozcan los procesos, para que estemos en contacto en nuestra tierra, para abrirles botellas al lado del viñedo. Hay que ser cercano y didáctico», cuenta Eduardo Muga, consciente de que el trabajo enológico debe comunicarse más y mejor, y ahora también con un pié en las redes sociales.

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Ganarse a los jóvenes para Muga es también un reto. «Hacerlo fácil y atractivo es la clave. El vino es rico en matices pero debemos hacer que el lenguaje sea asequible. Acercarnos a nuevos públicos de manera divertida. Formamos parte con distintas bodegas de la Fundación para la cultura del vino y este es un lazo de unión con la sociedad que vamos a cuidar mucho. Eduardo Muga, por sus responsabilidades y por haber vivido en el extranjero, conoce muy mucho como se relacionan fuera con el vino. Reconoce que «en otros países como EEUU y Asia, los jóvenes consideran el vino como algo interesante y esto es lo que nos falta aquí. Los asiáticos que no tienen cultura del vino están ahora muy interesados por ello y para nosotros es muy estimulante verlo».

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Madrid y Barcelona son dos mercados naturales para Bodegas Muga. «Desde siempre hemos tenido clientes que buscan la calidad de los vinos y las cosas buenas. Y tenemos un mercado importante en las dos capitales porque hay en ambas una elevada cultura del vino «, reconoce Eduardo. En Muga reconocen que son de la cultura del ensamblaje, a la búsqueda siempre de vinos con estructura y acidez. «Las buscamos expresamente», añadirá. Y cierto es que «la concentración tánica es única, pero siempre con finura».

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«Son vinos de unión de distintos pagos»

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Siete rostros y un destino: Haro

(I) Agustín Santolaya (Bodegas RODA)

Empiezo una serie de entrevistas breves con los protagonistas de la segunda edidión de La Cata del Barrio de la Estación que tuvo lugar en septiembre de 2016 en Haro. Una oportunidad única para entender los vinos de la región norte de la DOCa La Rioja y profundizar en aquello que une y a la vez hace distintos a los vinos de un mismo entorno vitivinícola estrechamente vinculado a la vía del tren. Hablamos con todos ellos de Cataluña, La Rioja, la cultura del vino, el enoturismo, la comunicación, el cambio climático y… ¡sus grandes vinos! La iniciativa ha merecido este año pasado el premio International Wine Challenge a la mejor propuesta enoturística.

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Agustín Santolaya en un gentelman. Enólogo y director general de Bodegas RODA, atiende con atención y maestría a mis preguntas a pesar de las mil y una atenciones que merecen colegas y conocidos que se le acercan un jueves por la noche,  en La Rioja Alta donde se celebra la cena de bienvenida de la segunda edición de La Cata del Barrio de la Estación. «Vivimos un momento de plenitud«, responderá diligente a mi primera pregunta. Y se nota. «Pasamos unos años para encontrarnos, allá por el 1987,  y para saber hacia donde iba el proyecto. En el 91 se construye la bodega, en el 92 cerramos el equipo técnico actual. Ahora estamos en 300.000 botellas, pero somos muy jóvenes aún, nuestro primer vino tiene 20 años,».

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Dedicados no sólo al viñedo, sino también al olivar en Mallorca con la marca Aubocassa (arbequina + picual), en Bodegas RODA saben lo que implica esperar a ver los resultados de un cultivo mediterráneo siendo respetuosos no sólo con el entorno natural sino también con el paso del tiempo.  «Barcelona es una ciudad espectacular gastronómicamente hablando. Hay mucha innovación, una gran concentración de estrellas Michelin. Es una referencia absoluta, siempre nos hemos sentidos muy bien acogidos allí y nuestros vinos son muy aceptados», afirmará.

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«El 7% de nuestro presupuesto está destinado a la investigación. Desde que tenemos beneficios, un porcentaje de la cuenta de resultados lo destinamos a invertir en el futuro. En el 98 arrancamos viñedos viejos para nuevas plantaciones, hemos recogido mucha información genética sobre la uva tempranillo; tenemos 550 morfotipos plantados…», cuenta Santolaya cuando le pido como afrontan el cambio climático. «Estamos en un proyecto de segunda generación, buscando una família de pies de viña capaz de afrontar el cambio climático. La naturaleza da soluciones a los problemas y lo confirmaremos con el tempranillo», resuelve satisfecho.

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«La comunicación siempre ha sido importante para el vino. Y el enoturismo en concreto es una llave maravillosa para acercarnos al consumidor. Hemos reunido en Haro a 11.000 personas, gente aficionada al vino… Y tenemos todo el tiempo para ellos, es la mejor forma de descubrirles nuestro proyecto, nuestros vinos e ideas», cuenta a propósito de La Cata de la Estación. «Las empresas que invierten en enoturismo tienen capacidad de generar muchísimos sitios de trabajo. En Haro tenemos la mayor concentración urbana de bodegas centenarias. Y cada una es totalmente distinta a la otra pero compartimos el mismo ecosistema. Somos diferentes y complementarios. Son vinos de unión de distintos pagos. Hay cosas clásicas y antiguas como Tondonia, modernas como Gómez Cruzado, clásicos de los 90 con elegancia y finura como el 890 de La Rioja Alta…», sigue relatando el enólogo de RODA. Me agrada que cite a sus colegas y que reconozca sus cualidades sin rasgarse las vestiduras.

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«La cultura del vino es una asignatura pendiente  n este país que el sector tiene que meditar. Hemos alejado al consumidor joven por el lenguaje, por no querer lo de los padres, por saber que la cerveza es más fácil… Hay un grave problema que debemos afrontar conjuntamente. El enoturismo puede ayudar en este sentido, hacer que los jóvenes se acerquen a los proyectos de vino. Llevamos muchos años elaborando en este país y me maravilla que en otros países los jóvenes tomen vino en horas distintas», reflexiona en voz alta Agustín Santolaya. Cree que hace falta «buscar un aumento del consumo entre horas, más allá de la comida, recuperar el trago de noche… Cada vez tenemos más vinos que pueden competir con los cócteles y salir airosos. Lo vamos a conseguir seguro, pero hemos perdido una generación», dice con cierta pesadumbre.

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«La salida de Artadi de la denominación de origen es una gran pérdida porque elaboran algunos de los mejores vinos de la DOc La Rioja, pero tengo un respeto absoluto por la decisión tomada y me une una buena amistad con ellos. Creo, ciertamente, que hay un problema cuando caben vinos de 100 euros y 1 euro en el mismo paraguas, hay que cambiar cosas. Tratar de estratificar de alguna manera. Hacerlo sin prisas y dando pasos para que las bodegas de un perfil como el nuestro nos encontremos cómodos». Se agradece la franqueza de Santolaya y más aún en una conversación exprés.

Le pido para terminar que recomiende un vino de Bodegas RODA para entender la madurez y el buen momento por el que pasan. Es rápido y convincente:

«Nos reconoceréis en RODA I. Es donde está el paisaje de nuestra zona en estado puro. Hay una parte más negra que es de los tempranillos. Es un vino longevo y para celebrar. Si tuviéramos que hacerlo con un vino más fresco, sería sin duda un Sela«.

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